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Nuestra meta es vivir siendo fieles al Señor

Romanos 11:36
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

Lo cierto es que siempre hay algo que nos motiva en la vida. Hacemos las cosas porque hay una fuerte motivación en nuestros corazones que nos impulsa a actuar de cierta manera y lograr cierto objetivo. La cosmovisión del mundo sostiene que, al final, es en la motivación donde radica su propia realización y felicidad. Hacemos las cosas que hacemos porque tenemos derecho a ser felices. Entonces, atravesados por esta idea global secular, nos damos cuenta que transitamos nuestro matrimonio esperando que nuestro cónyuge cambie, o haga algo, ponderando al matrimonio y confinándolo como el fin o el medio que nos hará felices. El salmo 37:7 dice: Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en Él, que Él actuará; Si observamos con detenimiento, el motivo del conflicto en un matrimonio se manifiesta en que ella está angustiada o él es agresivo, en que la esposa es sarcástica o el esposo no muestra interés, es muy posible que descubramos que la razón por la que están así es porque piensan que merecen ser felices y la persona con la que se casaron ya no cumple o nunca ha cumplido ese propósito. Esperamos en el otro…

Cuando no vivo para la gloria de Dios, sino que vivo para mi propia gloria, si mi pareja no vive para mi gloria, es cuando comienzan los conflictos. 1 Corintios. 10: 39

Verdaderamente nuestra meta es vivir siendo fieles al Señor en nuestros matrimonios hasta el día que Él nos llame a casa. Esto solo lo podemos hacer en las fuerzas y por el poder del Espíritu Santo, quien vive en todo aquel que tiene a Cristo como único y suficiente Salvador y Señor y se ha arrepentido de sus pecados y es transformado a diario por el poder de su Palabra. La realidad del matrimonio que la Biblia presenta es la de morir al yo para la gloria de Dios y el bienestar del otro. El Señor nos dice: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). El matrimonio implica unidad y morir al individualismo para vivir junto a otra persona. Mi vida ya no se trata solo de mí porque ya no estoy solo, sino que estoy unido a otro. Entonces las expectativas cambian cuando entendemos que nuestro matrimonio es parte de nuestro caminar cristiano y que no es un fin sino un medio para ver, disfrutar, y conocer más a nuestro Salvador.

Las personas, las cosas, y las situaciones de la vida —incluyendo el matrimonio— no deberían ser nuestra meta. Nuestra meta como mujeres cristianas es conocer, deleitarnos, y amar a Cristo. Al poner la mirada en Jesús, veremos que las personas que Dios ha puesto en el camino (como nuestro esposo) son un medio que Dios nos ha dado para que busquemos y dependamos más y más de Él, entendiendo que nuestro único motivo de felicidad en Jesucristo nuestro Señor.

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Por Laura Leiva
#miércoles de #matrimonios

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