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El desafío de ser una mujer con una vida realizada-

Había un hombre que estudió medicina porque quería dedicar su vida a ayudar al prójimo. También pensaba que el prestigio y los ingresos de esa profesión lo harían feliz. Pero luego se dio cuenta de que, en realidad, era poco lo que podía hacer por sus pacientes, y perdió la ilusión. Así que se dedicó al arte, pero sus creaciones artísticas no contribuían mucho al bienestar de los demás. Entonces fue maestro, pero enseguida descubrió que lo único que podía transmitir era una serie de datos, sin poder ayudarlos a ser verdaderamente felices. Al igual que les sucede a muchas personas, este hombre buscaba tener un propósito, una sentido, una vida realizada.

¿Puede considerarse una persona realizada? Tal vez para responder esta interrogante usted cree que debe pensar en su organización familiar, su trabajo, su carrera y su salud entre otras áreas de la vida. Ese ideal de tener una “vida realizada”, de ser “alguien realizado” comienza a ser parte de nuestra vida desde temprano. En nuestra juventud y adultez tomamos decisiones y buscamos esa vida que alcance ese estado de satisfacción y realización, íntimamente ligado con la felicidad. Es deseo de la sociedad, de tener una vida plena, hace que el ser humano luego de avanzado los años valore o lamente su vida de acuerdo con lo que esta sociedad nos dice que importa.

La primera fuerza o necesidad que el hombre experimenta ya desde su adolescencia es la de encontrar un sentido a su propia vida, poder alcanzar la plenitud y poder realizarse en proyectos familiares, económicos, profesionales y sociales.

La sociedad nos dice que sentirse realizado es haber conseguido todo lo que se quiere, haber hecho todo lo propuesto y haber alcanzado todas las metas y sueños. La RAE define este sentimiento como «La satisfacción por haber conseguido aquello a lo que se aspiraba.»

El hombre encuentra dos caminos en esta búsqueda de satisfacción, de orgullo, de logro y planitud. Por un lado una insatisfacción con la vida que uno tiene, un menosprecio por los logros alcanzados en comparación con los estándares de la sociedad. El otro camino es una lucha interminable que cansa el alma y la mente, que se roba nuestra tiempo y alegría por seguir buscando lograr más y más de aquello que la sociedad nos dice que tiene valor.

El camino hacia una vida realizada comienza cuando uno tiene un verdadero propósito en la vida, una razón para vivir, unas metas claras y algo por lo que luchar. ¿Es posible para todos tener una vida realizada? Lo es. Pero solo quienes viven conforme al propósito del Creador pueden encontrarle el verdadero propósito a la vida y así sentir que tienen una vida realizada. Una vida no basada en estándares humanos, sino en propósitos divinos y eternos.

Dios ha dispuesto áreas y talentos a sus hijos que sirven en el plan divino que Dios a trazado para la salvación de los hombres. La Biblia nos revela que el propósito que Dios tiene para el hombre abarca muchas cosas. Por ejemplo, imitar a Dios y amar desinteresadamente a los demás (1 Juan 4:7-11), obedecer sus mandamientos (Eclesiastés 12:13; 1 Juan 5:3), tener una buena relación con nuestro Padre y creador (Santiago 4:8), que cuidemos bien de nosotros mismos y de nuestras familias, tanto en sentido físico como espiritual, entre otros ejemplos. Pero no hay mejor labor en la vida que la de promover los intereses del Reino de Dios (Juan 4:34). Así desarrollamos nuestra relación con Dios y tenemos el placer de trabajar lado a lado con millones de hermanos espirituales, los cuales tienen el mismo propósito en la vida que nosotros.

No te lamentes por tu vida, ni por los desafíos o barreras que has enfrentado, que han limitado el alcance de tus mentas. Tampoco limites tu vida a las bendiciones que has logrado. Que cada día seamos alguien con un propósito que afecte en lo eterno. Así, y solo así, te sentirás alguien realmente realizado y pleno en esta vida, porque ese ha sido el propósito de Dios para nosotros desde el comienzo.

 

Virginia Sánchez

Licenciada en Psicología

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