Recuerdo que cuando estaba pequeña, me gustaba mucho comprar unos chicles llamados «Bubbaloo». Estos chicles tienen la particularidad de oler delicioso a la fruta de la que se supone es su sabor <fresa y mora mis favoritos jajaja>. Varias ocasiones caí en la tentación de tragarme la goma creyendo que iba a sentir el delicioso sabor de la fruta, pero ¡oh sorpresa! ¡la goma no sabía tan rica como su olor pretendía hacerme creer!
Cuándo leo la historia de Esaú y Jacob, pienso que a Esaú le pasó como a mí con el Bubaloo. Esaú -que era el hermano mayor y un cazador- un día regresó agotado de su trabajo en el campo, su hermano Jacob había preparado un guiso que olía delicioso, Esaú no se pudo resistir y le pide del guiso, pero para comer decide hacer un trato desfavorable para él «cambiar el derecho de ser el primero» (Génesis 25: 27-34). Pienso que Esaú se arrepintió luego de vender su primogenitura por un plato de comida.
Tal como Esaú, esto parece pasarnos más seguido de lo que quisiéramos, nos pasa con el PECADO. Solemos elegir algo porque en primera instancia creemos que «va a saber bien», «no tendrá consecuencias», «no pasará nada grave». Sin embargo al final descubrimos que no era como lo imaginamos. Si ya te pasó, que la experiencia valga por su aprendizaje y si aún no te pasa: mantén la calma, puedes resistir.
«Ustedes no han pasado por ninguna tentación que otros no hayan tenido. Y pueden confiar en Dios, pues él no va a permitir que sufran más tentaciones de las que pueden soportar. Además, cuando vengan las tentaciones, Dios mismo les mostrará cómo vencerlas, y así podrán resistir» 1 Corintios 10:13 TLA.
Con cariño
Esmeralda González.
País: El Salvador